No podía pensar igual que él.
Mi educación, mi cultura y mis vivencias eran diferentes. Yo preguntaba de
distancia en kilómetros, él respondía en millas porque, aunque el mundo utiliza
el Sistema Internacional de Medidas, en el país de Abraham Lincoln no cambian. “El mundo
debe adaptarse a los Estados Unidos”, dijo mi interlocutor.
Era esa la idea arraigada de un estadounidense del estado de Ohio, quien no pudo librarse del pensamiento hegemónico que le inculcaron desde su niñez.
Era esa la idea arraigada de un estadounidense del estado de Ohio, quien no pudo librarse del pensamiento hegemónico que le inculcaron desde su niñez.
David Rothkopf, autor de El Club de los Elegidos, presidente de
Garten Rothkopf y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de
Columbia, debió recibir similar educación para llegar a decir: “…
es interés político y económico de Estados Unidos asegurarse de que si el mundo
se dirige hacia un idioma común, éste sea el inglés; es interés político y económico
de Estados Unidos asegurarse de que si el mundo se dirige hacia normas en
materia de calidad, seguridad y telecomunicaciones comunes, éstas sean
americanas; de que si el mundo se está interconectando a través de la música,
la radio y la televisión, su programación sea americana...” (1)
Internet no escapa como arma
política de la era actual y para cumplir
con los propósitos de querer dominar al mundo o para que este se parezca más a los
Estados Unidos de América, los grandes medios noticiosos, como The
Washington Post, The New York Times,
The Voice of America (VOA), por solo
mencionar tres, han emigrado hacia
el nuevo espacio de comunicación, promoviendo el inglés, la música, el estilo de
vida norteamericano, su visión del mundo y lo que es noticia o no.
La industria cinematográfica, con
sus dibujos animados que muestran al gato como el malo, el perdedor y al ratón
como el bueno, el héroe que siempre gana, y los videos juegos infantiles de
corte bélico, donde se socializa la violencia y el odio contra países que no les agradan, como es el caso de una Venezuela Bolivariana o una Cuba,
humanista y solidaria, también desempeñan su función ideológica en el afán de tratar
de cambiar patrones tradicionales de conducta e idiosincrasia.
Radio, televisión y cine se han readaptado para garantizarse la
continuidad de su supremacía, por lo que las formas culturales que
prevalecerán en la sociedad del presente y futuro serán las dominantes en la red de redes.
Por fortuna, internet es muy amplia y en ella también hay espacio para
otras minorías culturales, por lo que los países deberán hacer más énfasis en el
estudio de su historia y cultura nacionales, como forma de
fortalecer su identidad y contrarrestar la ofensiva mediática que les llegan
desde exterior.
Es perceptible y claramente se puede ver que a pazo doble se
acerca la ofensiva los poderes que quieren convertir a Internet
en una red donde una mayoría termine atrapada para que acate el modelo de sociedad y forma de pensar, que en sentido general, se vive en los Estados Unidos de América.
Nota:
1. Rothkopf, David: “In Praise of Cultural Imperialism?”,
Foreign Policy, n.º 107, verano 1997, pp. 38-53.
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