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domingo, 28 de enero de 2018

Debajo del manto de la Virgen de la Caridad de El Cobre

Por Ernesto Gutiérrez

“Al Cobre hay que llegar temprano porque lo bonito es ver la misa”, dijo el fornido chofer a periodistas y trabajadores de Radio Victoria, que esperaban impacientes por su llegada para hacer un recorrido histórico cultural por Santiago de Cuba.

La gira incluía el Santuario de El Cobre, el antiguo cuartel Moncada, el Castillo San Pedro de la Roca del morro, hoy museo de la Piratería, y el cementerio Santa Efigenia, donde descansan los restos del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, pero por la demora del viaje finalmente no se pudo visitar este último.

A El Cobre se llegó con un sol radiante y clima caluroso, algo típico del verano en Cuba, 17 de agosto de 2013. No obstante, se hacía agradable con la fresca brisa que batía bajo los almendros que hay al frente del estacionamiento.

De lejos se escuchaban las últimas palabras de la Santa Misa, por lo que algunos viajeros se desmontaron presurosos, para recibir lo poco que quedaba por decir de un mensaje de paz, y otros menos interesados aprovecharon a tomarse fotos de recuerdo.
 

Por la parte trasera de la monumental edificación dos ángeles dan la bienvenida y la impresión de custodiar el lugar; el de la izquierda tiene su mano derecha extendida con el dedo índice que apunta al cielo, en cambio meñique, anular y mayor, ligeramente señalan hacia el suelo. Tal vez como para indicar que Dios se manifiesta de tres formas diferentes, Padre, Hijo y Espiritu Santo, y que está allá en el cielo y aquí en la tierra.

Cerca de la puerta de entrada los lugareños venden piedrecitas, que algunos compran como un recuerdo y otros como amuletos, que según dicen son contra las malas influencias espirituales.

Dentro del templo imágenes de Jesucristo indican doce momentos de sus sufrimientos como Dios hombre hasta su crucifixión. Al terminar la liturgia algunos creyentes se dirigen hacia el Cristo crucificado, a la derecha desde la entrada, donde encienden velas y piden a Cachita, como se le llama a la imagen popularmente, que interceda por ellos ante Dios padre.

En ese mismo recinto, hacia el frente, una muestra de los más diversos objetos, prendas, diplomas y grados militares, forman parte de una extensa colección de promesas cumplidas por los creyentes como obras de su fe. Allí quedó también la medalla del Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway.



Detrás del púlpito, en lo alto con su rostro casi indistinguible desde lejos, la imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre parece observar y bendicir la ceremonia católica romana, donaciones y ofrendas que allí se realizan.

Normalmente hay un sacerdote al centro izquierdo del santuario. Este rosea agua sobre las cabezas y bendice a los creyentes que se toman fotos simbólicas de un momento que consideran de comunión con Dios, solo que esta vez el protagonista es el propio Rector de El Cobre, conocido cariñosamente como Padre Geño, por lo que el momento se hace más significativo para los devotos.

Del lugar no escapa un Cristo yacente, el cual representa a Jesucristo muerto, tendido para su entierro, una vez crucificado y trasladado al Santo Sepulcro con una herida en el costado derecho. Ante su imagen, se pueden ver algún que otro peregrino pedir perdón, amor y esperanza.


Por fe casi nadie quiere regresar a sus casas sin pasar por la fuente del agua bendita, la cual se encuentra cerca de la puerta de estrada, donde la Hermana Social María Pal, reparte el codiciado líquido unido a un mensaje de paz para los que allí asisten. 
Además, la pequeña y delgada mujer explica el significado de la cruz de agua que los visitantes se hacen sobre la frente para sentirse protegidos contra el mal y purificados de sus pecados.

“Únteme agua, únteme”, dice desesperadamente un hombre como si se estuviera quemado por dentro y por fuera. Una vez satisfecho dice sentirse fortalecido en la fe y deja debajo de aquel techo la carga que lo atormentaba.

Luego el creyente se marcha para su casa donde muy probablemente le seguirá encendiendo velas y orándole a quien es considerada Santa Patrona de Cuba por la Iglesia Católica Romana, pero que en el culto sincrético de la santería afrocubana tiene su símil en Ochún, deidad u orisha del panteón Yoruba, que se caracteriza por ser una mujer zalamera, alegre y bailadora, cuyo color es el amarillo.

Por esta razón, es típico ver en la carretera que conduce a El Cobre y cerca del Santuario a vendedores con cajas de flores de ese color, preferiblemente girasoles, como ofrendas a la Virgen de la Caridad, que en este caso podría ser venerada como Ochún por muchos de los que así la consideran.

También en la entrada del lugar se pueden encontrar réplicas de imágenes de la virgen de los más disímiles tamaños, hechas de madera o yeso.

En medio de toda esta simbología y significado que existen debajo del manto de la Virgen o deidad afrocubana, lo que para los cristianos católicos es agua bendita de una fuente, para los espiritistas y santeros cubanos es agua implorada que también suponen protege y purifica.

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